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Diario + Recuerdos = Mis Crisis Nerviosas

Para poder entender este blog, tienen que leer todo desde el principio. Se trata de una historia correlativa, la cual no van a entender si empizan desde la última entrada.
Las entradas que se titulan "Diario", siguen una línea aparte. Son opcionales a la biografía.
Espero que lo disfruten


DEDICADO A MI MEJOR AMIGA EN EL MUNDO MUNDIAL. Y A MI AMIGA LA DESAPARECIDA.

miércoles, 3 de marzo de 2010

1º BAC (ÚLTIMA PARTE)


Abril 2006. Lindo mes.
Una o dos semanas después de mi agradable experiencia con Débora, con el matón, y con el abandono por parte de todos, teníamos un examen. De gallego, para ser precisos. La primera vez en mi vida que no había estudiado un carajo. Como que no estaba para ponerme a estudiar hasta las tantas, como había hecho hasta ese momento.
Me preparé para hacer el famoso “cambiazo”. Sí, nada más y nada menos que copiar toda la materia en unas hojas (a4 recicladas, como las que daba ella para las pruebas) de manera inteligente. Ya lo había hecho una vez, aunque sólo para demostrar que era capaz, aunque aquella vez sí que había estudiado, y simplemente lo hice por hacerlo.
Pero esta vez era diferente. Dependía totalmente de mi estrategia con la materia y las hojas.
Día D. Anxos (ángeles en gallego), el nombre de la profesora. Bastante bruta, por cierto. Se la pasaba diciendo “bueno…” en forma de muletilla, cuando en gallego NO existe la palabra “bueno”. Volviendo al examen, resulta que entrega hojas normales, NO RECICLADAS. No me importó; tenía que ir al todo o nada. Tuve suerte con lo poco que sabía y lo escribí, dejando los espacios adecuados y todo eso. Cuando se distrajo, pude poner la hoja que necesitaba. Todo perfecto. Pero no contaba con la amiguita de Débora, que estaba sentada al lado mío y había visto todo lo que yo había hecho.
Dio la casualidad que mi queridísima Anxos nos vio echándonos miradas de chispas. Y nos preguntó el típico “¿Qué andades a facer?”. Y entonces se dio cuenta de que yo tenía hojas de diferente color. Maldito reciclaje del papel.
Le mentí descaradamente diciéndole que esas hojas ya las tenía sobre la mesa cuando ella repartió las del examen, que todo lo había escrito yo, etc. Por supuesto que no me creyó, pero como yo nunca le había dado ningún tipo de problema, entonces me dio el beneficio de la duda, me retiró esas hojas y me dijo que escribiera todo otra vez. Como no tenía ni puta idea (y solo me acordaba de algunas cosas de lo que había escrito) me echó de clase, y me fui directa para casa. No me importaba nada, algo muy raro en mí. Sabía que esto me iba a traer graves consecuencias, pero había pasado de ser una estudiante ejemplar a ser una “rebelde sin causa”, o, mejor, como diría Simple Plan en mi canción preferida, “I’m a lost cause, not a hero” (“Me against the world”).
Me acuerdo que me alcanzó un vago para irnos caminando juntos. Dicho vago había ido conmigo en 3º ESO, en el primer trimestre, en el colegio de las monjas corruptas. Ya sé que todavía no conté ese período de mi vida, pero como estoy contando todo de forma desordenada, no importa. Volviendo a este chico, en aquel colegio él nunca me había hecho nada, y, debido a esto, se rumoreaba que yo le gustaba. No me importaba, porque a mí no me interesaba. Y el destino quiso que nos volviéramos a encontrar en el bachiller. De ese agradable colegio también me volví a encontrar a una de las más reverendas hijas de puta que existen sobre este mundo, que no tardó en hacerse amiga de Débora después de mi destierro.
Volviendo al chico una vez más, me alcanzó corriendo y fuimos hablando, aunque yo ni en pedo me sacaba los auriculares. De todas formas, como no me los ponía a full, yo escuchaba perfectamente mi entorno. Me preguntó qué era lo que me había pasado, que yo no era así… Le inventé una de las mentiras más mentirosas que he dicho, que no son muchas se los aseguro, pero con esta gente más vale pagarles con la misma moneda. Lo que le dije fue que la noche anterior me había ido con mi novio hasta las tantas, y que no me había dado tiempo a estudiar. Sí, ya sé, qué horrible mentira. Pero mejor eso a contarle todo lo que realmente me pasaba, ¿no?
Me respondió que no se creía que sólo estudiara el día anterior, con las notas que sacaba. Pero sí, esa parte era verdad. Yo muy pocas veces estudiaba más de uno o dos días, anteriores al examen. Pero bueno, lo importante es que, antes de despedirse, me pidió que “no me echara a perder”. Lo cual me dio mucho que pensar.
Al día siguiente en el insti, no se hablaba de otra cosa. “La gran Paulina fue cachada copiando”. Resulta que el día anterior, Débora no había asistido a clases. Y no paraba de repetir delante de mí, “Ay, de lo que me perdí!!” o “Siempre me pierdo de lo mejor”. Bueno, cosas así, que me entristecían. A lo largo de los días, ella separó su mesa de la mía, porque todavía seguíamos sentadas juntas. Supongo que eso la hizo sentirse importante, pero fue un gesto extremadamente patético.
Bueno, ahora lo que quiero aclarar, es que a partir de entonces, estudié lo menos posible, intentando sacar las máximas notas. Me fue bastante eficaz. Lo malo era que en los exámenes ahora me apartaban del resto del grupo, porque creían que me iba a copiar. Sobre todo “la Puta”. Sí, había corrido la voz. Pero no me importaba, porque no era tan estúpida como para ponerme a copiar siempre. Qué ilusos.
Aquí se termina la historia de 1º BAC. Pero no se preocupen, va a haber un epílogo (o dos) de lo más interesante.

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