bienvenidos

Diario + Recuerdos = Mis Crisis Nerviosas

Para poder entender este blog, tienen que leer todo desde el principio. Se trata de una historia correlativa, la cual no van a entender si empizan desde la última entrada.
Las entradas que se titulan "Diario", siguen una línea aparte. Son opcionales a la biografía.
Espero que lo disfruten


DEDICADO A MI MEJOR AMIGA EN EL MUNDO MUNDIAL. Y A MI AMIGA LA DESAPARECIDA.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Diario. Volúmen melancólico



Esto lo escribí la semana pasada, y no lo había podido publicar por problemas de conexión...


a veces me pregunto… ¿realmente merezco la vida que estoy viviendo?
Puede resultar un poco estúpido, pero me lo pregunto a menudo. Probablemente cometí tantos errores en mi pasado que ahora el destino me lo está devolviendo cruelmente. No lo sé.
¿Qué es lo que hice? ¿Ser egoísta? Creo que no. Puedo fingir serlo, pero no lo soy. Se los aseguro.
¿Entonces qué es? Porque a mí no se me ocurre nada más…
Si hay algún adjetivo que me identifique, o una cualidad, es que tengo muchísimo aguante. Tanto, que para la mayoría de la gente normal resulta imposible. Seguramente por eso me excluyeron cuando estaba en la secu. No me creyeron que fuera capaz de soportar semejante carga, ya que para un ser humano ordinario (como la mayoría de esta gentuza que vive en este país repugnante) es completamente impensable.
¿Será una virtud, este “aguante” o un defecto? Me gustaría encontrar la respuesta a todos estos interrogantes. Me gustaría que alguien viniera a consolarme. Pero no. En realidad no lo quiero. No me gusta que la gente se compadezca de mí. No estoy acostumbrada. Y además, no lo necesito. ¿O sí? *suspiro*
Estas puntiagudas preguntas retóricas se quedaran ahí, como preguntas que se las lleva el viento, el tiempo. A nadie le importa más que a mí. Todos los días intento mantenerme ocupada para que esta voz tan preguntona no me moleste con sus interrogantes. ¿Y saben qué? Muchas veces lo consigo. Por eso tengo aguante, por eso soy fuerte.
Salvo ahora, que no tenía nada que hacer, y la nube negra volvió a mi cabeza, para atormentarme como en mis peores momentos.
Gracias por leerme, hasta la próxima.

jueves, 11 de marzo de 2010

2º BAC (PARTE II)


Sí, era muy jodido estar sola en todas las clases, en la cafetería, en el recreo, en los pasillos… Mi iPod llenaba el vacío poniendo parches mal pegados, lo cual me sanaba por momentos. O al menos cortaba la hemorragia.
Me dediqué a buscar gente por internet. Fue bastante divertido. Muy arriesgado, debo admitirlo, pero yo en esos momentos estaba ciega de rebeldía. Qué bonito…
Conocí a un uruguayo militar con el que salí en varias ocasiones. Para serles sincera, me dediqué a jugar con el bastante maliciosamente. No era mi intención, pero así lo fue. Íbamos en el auto de acá para allá, haciendo “esto” y “aquello”. Un buen día quiso llegar hasta el final, y yo lo saqué prácticamente cagando. Sí… tampoco era para tanto. Una cosa era pasar un buen rato, y otra muy diferente entregarle mi cuerpo a un completo desconocido.
El otro con el que salí, nos vimos una vez y después me dejó plantada. Por suerte, yo ya me lo esperaba, y no fui a la cita. En vez de eso, me fui a la casa de mi querida amiga Noelia, y la pasamos en grande aquella tarde.
Pero me adelanté un poco a los acontecimientos. Bueno, en realidad estoy contando todo de forma desordenada.
Los primeros meses (más precisamente el primer trimestre) fue el más jodido de todos. Me dedicaba a escaparme de clases, para ir a la biblioteca. ¿Nadie se daba cuenta? Sí, pero como las bibliotecarias me adoraban, no decían nada. Eran dos soles. Y no solo ellas. Tenía a mi queridísimo Agustín (el jefe de estudios) de mi lado. Si le decía que estaba enferma, él se lo creía, e incluso se preocupaba por mi salud. Pobre. Muy pocas veces me atreví a mentirle, porque le tenía mucho respeto. Un día me había quedado sin crédito en el celu y le pedí dinero para llamar, delante de toda la clase, para que reventaran. Me lo dio y hasta me regaló el vuelto. Pero esa vez era una emergencia, no me acuerdo qué había pasado en mi casa y necesitaba llamar sin falta. En fin, lo que le pidiera me lo daba. Hasta ayudarme en los exámenes :P.
Durante el segundo trimestre, mis compañeros se fueron acostumbrando a mi presencia, y pasaron de hablarme “sólo lo estrictamente necesario” a incluirme en algunas conversaciones, por ejemplo cuando nos quedábamos a comer. También me invitaban a jugar a las cartas durante los recreos en la mesa del profesor, y me fui haciendo amiga de nuevo de los de mi clase. Ayudó muchísimo que a Débora la trasladaran a la otra división, ya que había elegido otras materias (no voy a entrar en detalles sobre eso ahora).
Bueno, me la pasaba bastante bien, tengo que reconocerlo. Pero claro, a la hora de la verdad, siempre me excluían. Un par de veces me invitaron a salir al “botellón”. Pero no acepté. Primero de todo, a mí no me va eso. Y segundo (y lo más importante), mi querido progenitor no me dejaba salir de noche. Así que TOTALLY IMPOSSIBLE.
Próximamente: pascuas 2007. No se lo pierdan.
CONTINUARÁ

miércoles, 10 de marzo de 2010

2º BAC - 17 AÑOS (PARTE I)


Ya les conté mis aventuras en 1º de Bachillerato. Ahora se abre un nuevo capítulo en mi vida, quizá el más importante, pero bueno, no estoy segura, ya que sin 1º de BAC, 2º no sería nada.
El primer día de clase, nadie me saludó. En el fondo me lo esperaba, pero créanme que fue más duro vivirlo en carne propia que imaginármelo. Había estado hablando con mis dos amigas del colectivo, pero a la hora de ir a clase, todos hicieron como si yo no existiera.
Las mesas estaban puestas de a pares, en solamente dos filas (porque íbamos a ser escasamente 13 personas), y todos corrieron a conseguir un lugar en la fila de al lado de la pared (y lo más atrás posible). Yo como no tenía ninguna prisa, caminé lentamente hacia la última mesa de la otra fila, y antes de que pudiera poner mis cosas sobre ella, la tarada esa “amiga” de Débora, (sí, la misma de siempre), agarró las dos mesas y las arrastró a la otra fila, con lo cual sólo quedaron 3 pares de mesas en la que me iba a sentar yo. Me acomodé en la que había quedado atrás de todo ahora, después de lanzarle una mirada fulminante a esa estúpida y a todos los malditos seres vivientes que se habían sentado todos juntitos como ovejitas. En las mesas restantes, es decir, la de al lado mío y las cuatro de adelante, se sentaron chicos que no conocía: repetidores.
Intenté no mirar a mi nuevo compañero, que no paraba de lanzar risotadas con sus amigotes, y me dediqué a reírme sola de nuestra querida nueva tutora María Antonia (todo un personaje…) que acababa de entrar.
Cuando pasó lista, casi me morí. Campos estaba ahí. Mierda se me escapó el nombre, me siento como Harry Potter. Bueno, volviendo al mundo real, no me esperaba que repitiera, ya que tenía fama de buen alumno (casi de nerd). Lo malo era que sólo iba a asistir a dos clases, que eran las que le habían quedado pendientes (matemática y física).
Voy a destacar algo muy importante, que me dolió muchísimo, y fue el hecho de que ni siquiera Julio me saludara. Tenía la esperanza de hacer las paces con él, pero al parecer él no tenía intención de mirarme.
La vuelta a casa fue muy dura. No durante el camino, que lo hice en el cole como casi siempre, sino cuando ya estuve en mi cuarto. Fue muy jodido sentirme tan sola. Incluso me vuelven las lágrimas a los ojos en este momento…
Pasaron un par de semanas, y, después de mi cumpleaños, transcurrió un par más. El-que-no-debe-ser-nombrado me sacó conversación como si nos habláramos desde hacía años. Les juro que tuve que recuperarme rápidamente del susto, de cuando vi que se agachaba al lado mío para ponerse a la altura de mi silla.
A partir de ahí nos hicimos amigos, y era obvio que había onda. Pero nada más, por el momento. Y espero no tener que seguir detallando nuestras “vivencias”. Ya ven, dije que ni iba a nombrarlo, pero es que es inevitable.
CONTINUARÁ

2º BAC (17 AÑOS) PARTE I

Ya les conté mis aventuras en 1º de Bachillerato. Ahora se abre un nuevo capítulo en mi vida, quizá el más importante, pero bueno, no estoy segura, ya que sin 1º de BAC, 2º no sería nada.
El primer día de clase, nadie me saludó. En el fondo me lo esperaba, pero créanme que fue más duro vivirlo en carne propia que imaginármelo. Había estado hablando con mis dos amigas del colectivo, pero a la hora de ir a clase, todos hicieron como si yo no existiera.
Las mesas estaban puestas de a pares, en solamente dos filas (porque íbamos a ser escasamente 13 personas), y todos corrieron a conseguir un lugar en la fila de al lado de la pared (y lo más atrás posible). Yo como no tenía ninguna prisa, caminé lentamente hacia la última mesa de la otra fila, y antes de que pudiera poner mis cosas sobre ella, la tarada esa “amiga” de Débora, (sí, la misma de siempre), agarró las dos mesas y las arrastró a la otra fila, con lo cual sólo quedaron 3 pares de mesas en la que me iba a sentar yo. Me acomodé en la que había quedado atrás de todo ahora, después de lanzarle una mirada fulminante a esa estúpida y a todos los malditos seres vivientes que se habían sentado todos juntitos como ovejitas. En las mesas restantes, es decir, la de al lado mío y las cuatro de adelante, se sentaron chicos que no conocía: repetidores.
Intenté no mirar a mi nuevo compañero, que no paraba de lanzar risotadas con sus amigotes, y me dediqué a reírme sola de nuestra querida nueva tutora María Antonia (todo un personaje…) que acababa de entrar.
Cuando pasó lista, casi me morí. Campos estaba ahí. Mierda se me escapó el nombre, me siento como Harry Potter. Bueno, volviendo al mundo real, no me esperaba que repitiera, ya que tenía fama de buen alumno (casi de nerd). Lo malo era que sólo iba a asistir a dos clases, que eran las que le habían quedado pendientes (matemática y física).
Voy a destacar algo muy importante, que me dolió muchísimo, y fue el hecho de que ni siquiera Julio me saludara. Tenía la esperanza de hacer las paces con él, pero al parecer él no tenía intención de mirarme.
La vuelta a casa fue muy dura. No durante el camino, que lo hice en el cole como casi siempre, sino cuando ya estuve en mi cuarto. Fue muy jodido sentirme tan sola. Incluso me vuelven las lágrimas a los ojos en este momento…
Pasaron un par de semanas, y, después de mi cumpleaños, transcurrió un par más. El-que-no-debe-ser-nombrado me sacó conversación como si nos habláramos desde hacía años. Les juro que tuve que recuperarme rápidamente del susto, de cuando vi que se agachaba al lado mío para ponerse a la altura de mi silla.
A partir de ahí nos hicimos amigos, y era obvio que había onda. Pero nada más, por el momento. Y espero no tener que seguir detallando nuestras “vivencias”. Ya ven, dije que ni iba a nombrarlo, pero es que es inevitable.
CONTINUARÁ

lunes, 8 de marzo de 2010

Epílogo II


El siguiente capítulo de mi emocionante vida no tiene demasiado sentido, pero prometí contarlo, acá va.
En Argentina, cuando estaba en 6º grado, mi papá quiso llevarme a alguna actividad “extraescolar” que tuviera algún tipo de ejercicio físico. A mí no me gustaban las artes marciales, pero al final me convenció para ir a karate. No era algo que me agradara especialmente, pero tampoco le pude decir que no. Es más, se lo dije, pero prácticamente me obligó, como hizo con todas las cosas que emprendí en mi vida (o casi).
Por supuesto no llegué a mucho. En un año no pasé del cinturón blanco. Tampoco la pasé demasiado bien, porque eran todos chicos, y más grandes que yo, por supuesto. Qué aburrido. Y cuando me tocaba contar en japonés y en voz alta, pasaba una vergüenza que me moría.
Durante mi estadía en el colegio Possumus (3º y 4º ESO), fui a judo con mi hermano. Se hacía en el gimnasio del colegio, y asistían la mayoría de mis compañeras, que ya eran todas cinturón marrón no-sé-cuál Dan. O sea, que estaban a punto de ser cinturones negros.
La profesora era muy simpática. La clase era un bodrio. Nos mezclaban a chiquitos de jardín con las bestias de los últimos cursos de la secundaria. Imagínense lo que era eso.
Nosotros teníamos que arrastrar las colchonetas para formar el TATAMI. Con todo lo que esto suponía: teníamos que aguantarnos el puto polvo que salía de ellas (y encima yo con alergia), esquivar a los pibitos (que jugaban a sus anchas mientras los grandes hacíamos el trabajo), ayudar a los nenitos a sacarse las zapatillas y cambiarse, y todo tipo de pelotudeces de ese estilo. Y, por cierto, odio cuidar nenitos. Ni que decir que todo este asunto nos hacía perder más o menos media hora de clase.
Pronto me fui dando cuenta que la profesor aprovechaba esta situación para no hacer nada, y que se fuera pasando la clase con el menor esfuerzo posible. Se la pasaba tomando lista (no sé ni para qué), y, lo peor de todo, hacía que le pagaran UNO POR UNO (y eramos como 30), EN EL TIEMPO DE LA CLASE. Con eso se perdía otra media hora. Y como la clase era una vez por semana, hagan cuentas de cuánto perdíamos. Ella como si nada.
La simpática profesora me compró con que me iba a subir de nivel de cinturón, porque no podía ser que los pibitos de jardín tuvieran más rango que yo. Con esto tengo que explicar, que ella no hacía exámenes, como en cualquier arte marcial, para pasar de nivel. Nos pasaba un grado por año, medio por semestre, aprovechando las exibiciones que hacíamos dos veces por curso (con las cuales también perdíamos mucho tiempo ensayando…).
El caso es que casi no aprendíamos técnicas, era más bien una especie de juego entre todos los cursos del colegio. Pero bueno, igual me la pasaba bastante bien.
En 4º, se inventó una nueva forma de facturar. A los de secundaria nos dijo que podíamos ir también los viernes, donde daríamos clase con mayor seriedad. “entrenamiento duro”, dijo. Sonó bien. Al principio.
Mis compañeras y el resto de chicos que iban a la clase de los viernes, asistían al gimnasio donde impartían clases varios profesores de judo, por lo cual estaban avanzadísimos. O sea, en ese gimnasio daban clase de verdad.
Yo estaba ilusionada con la clase de los viernes, porque quería aprender. Pero mi ilusión duró poco… como todo en mi vida, as always.
Primero de todo, éramos IMPARES. ¿Qué pasa cuando somos impares? Que alguien se queda sin pareja. En judo, no se puede hacer nada sin pareja. Qué divertido. Adivinen quién carajo se quedaba sin nadie. Exacto. As always again.
La profesorita se me reía en la cara cuando me quejaba sobre este asunto. Me hacía ponerme de a tres con alguien, y siempre me ponía con los varones más pelotudos de la clase. Y cuando alguien faltaba, ¡qué suerte! Nos hacíamos pares. Me tocaba con el más oloroso, el que nadie quería.
Una vez me mareé en la clase. Me había cansado muchísimo y me bajó la presión. Estábamos todos parados escuchando un discursito de esos de pérdida de tiempo que hacía tan a menudo, y me tuve que sentar, o me caía al suelo. Me ordenó fríamente que me parara. Entonces le expliqué como pude que me estaba por desmayar. Le dio por el culo. De ahí en más empecé a odiarla. Y ella también, la tomó conmigo.
En 1º de BAC también asistí a sus clases, pero sólo a las del viernes. Ese año, ya saben que la pasé muy bien en el instituto, sobre todo a finales de curso. Lo último que me acuerdo de ella es que me dijo… “nos vemos el año que viene, ¿verdad Pau?” “Sí, claro. Por supuesto Mariví.” Le contesté bien, porque por lo menos me queda el orgullo de que soy oficialmente cinturón azul en judo, y les aseguro que aprendí lo suficiente como para defenderme (Miento).
Espero que les haya gustado, ya sé que fue bastante aburrido, pero había prometido contarles todo esto de las actividades extraescolares. Si hay algo que me caracteriza, es que siempre cumplo mis promesas, no soy traicionera.
La próxima entrega empezamos con mi último año de la secu. Ya les voy avisando que voy a tratar de eludir detalles del que-no-debe-ser-nombrado. Aunque seguro que al final termino largando todo. Espero que no. Pero bueno, no creo que sea demasiado interesante… bueno, no voy a adelantar nada. Hasta la próxima.

sábado, 6 de marzo de 2010

Diario. Escrito directamente al blog


Así es. Sin Word de por medio. Y les juro que no lo voy a hacer más, porque me enlentece las ideas porner las myúsculas.
Pido perdón por no escribir nada interesante en estos días, pero ya saben que cuando es fin de semana, es fin de compu para mí. Me pude hacer este tiempito sólo por mis queridísimos lectores (no me importa que casi nadie lea esto, quienes lo leen son muy importantes para mí).
Así que no se preocupen, el rumor de que me morí, es falso. Acá estoy, vivita y escribiendo.

jueves, 4 de marzo de 2010

1º BAC. Epílogo 1



Les voy a presentar a mi profesor de física y química, al que sólo llamaré por su apodo, debido a las numerosas búsquedas que tiene en google. Su “nombre” era el Baras. Yo no tenía ni idea de por qué le llamaban así, y pronto se los explicaré.
Cuando entramos todos en 1º BAC, estaban todos muy nerviosos. La mayoría tenía miedo; otros sólo mostraban ansiedad, y la mayoría indiferencia. Yo era de la segunda camada, Nicolás era de la primera, y Julio de la última. No sé por qué los incluyo a ellos en mi relato, pero les recuerdo que en aquella época todavía vivíamos felices en armonía.
El Baras es conocido en toda la ciudad por su peculiar forma de dar clase. Yo personalmente no lo conocía, pero mis dos amigos sí, ya que ambos tienen hermanos mayores que ya habían pasado por el laboratorio del terror. Ésa era la razón por la Nicolás estaba cagado en las patas. Yo sólo mostraba cierta ansiedad, pero por el hecho de haber llegado a mi colegio número 10. Era emocionante xD.
Pero… ¿por qué era tan famoso? ¿Por qué todos le tenían miedo a ese viejo choto? Resulta que su fama se debía a que nunca explicaba nada, en los exámenes ponía temas dignos de una universidad y, quizá lo más curioso de todo (hasta el momento), fumaba en clase. Aun cuando estaba prohibido. Aun habiendo líquidos inflamables en el laboratorio (donde daríamos clase).
Me acuerdo que en nuestra primera clase, conseguimos sentarnos los tres atrás de todo, un sitio privilegiado, por cierto. Pasaríamos lo más desapercibidos posible.
El viejo choto resultó medir como 1.80 y pico, bastante gordo, pero con muchísima energía al caminar. Anteojos grandes y ojos muy chicos, con los cuales te miraba de una forma que me hacía estremecerme a veces. Tenía 63 creo, o algo así, y resulta que le faltaban dos años para jubilarse, pero no por eso iba a tomárselo con calma. (Mierda, el bebé no para de llorar, voy a tener que interrumpir acá)
Continuemos. Han pasado casi tres horas desde que escribí lo último, así que voy a releer para retomar el hilo. Ah, sí, el Baras.
Pronto comprendimos por qué le llamaban así. Resulta que el “ghicho” se la pasaba contándonos su vida, su forma de pensar, y todo tipo de anécdotas que no venían a nada, en vez de explicarnos la materia. Cuando se le daba por explicar, escribía garabatos en el pizarrón, muy difíciles de entender, y en cuanto terminaba el tema decía “¿está capiscado?”, o “¿capisci?”. Se creía gracioso, supongo. Pero tenía una mala leche…
Un día nos contó que no se había podido duchar ni afeitar antes de ir al instituto porque le habían cortado la luz. Repugnante. Pero no sólo eso. Muchas veces tenía un lindo pollo en la boca, que no tenía ningún pudor en sacar en plena charla. También cerraba la puerta con llave para que nadie entrara de golpe y lo viera fumando… esos días sí que daba miedo, créanme. Espeluznante. Aunque el día que más miedo pasamos todos fue cuando estábamos “jugando” con ácido sulfúrico. Obviamente, su pulso no era el de un adolescente, y casi tira todo. Pero les aseguro que leerlo acá, NO ES VIVIRLO. Sobre todo cuando nos hacía ponernos todos a su alrededor para mirar sus travesuras.
Yo me tuve que ganar al Baras a pulso. La fórmula secreta para aprobar, era caerle bien, y responder a sus preguntas egocéntricas de la mejor forma posible. Un día, el destino quiso que me dieran unas ganas repentinas de pasar mi libreta “a limpio”, y aproveché para aprenderme un par de definiciones, que siempre amenazaba con preguntarnos, y nunca lo hacía (porque su vida era más interesante que la física). Justo ese hermoso día, preguntó las definiciones. Y lo mejor de todo, me las acordaba. Le levanté la mano muy tímidamente y tuve que repetirlas un par de veces porque no me escuchaba. De ahí en más se dio cuenta que yo no era una “cualquiera”. Bueno, después aprobé como pude el examen final del primer trimestre (con un 5 y pico), y bueno, sólo aprobamos 3, ya saben quiénes. Y eso que justo me tocó una teoría que no había estudiado del todo…
En el segundo trimestre, me pude sacar un 7. Pero copiando, lo reconozco. Les voy a explicar.
Resulta que convencí a mi viejo de que me buscara un profesor particular. Era genial. Tenía casi 30 años y todavía no había podido terminar la carrera (ingeniería industrial). Pero mi materia sí que la explicaba bien!!!!! Y no sólo eso. A él también le había dado el Baras, así que lo conocía bien ^^. Me ayudó muchísimo. Lo mejor de todo era que tenía los apuntes viejos que le habían dado cuando él asistía a clases. Y estaban los problemas que ponía en los exámenes.
El día anterior a mi prueba, hicimos justo el problema que tocó en ella. Me quería morir. Tenía la carpeta ahí al lado, para copiarlo todo. Empecé a hacerlo, y como no me lo acordaba del todo, aproveché cuando el Baras se fue y lo copié todito, todito. Atrás mío estaba la “amiga” que me delató en el incidente con Anxos, y la muy descarada tuvo la geta de pedirme la hoja para copiar. La saqué cagando, por supuesto.
Más adelante me enteré de que le contó al profesor que yo me había copiado (es que ella se llevaba bien con el Baras, porque “le tiraba onda”, no porque estudiara). Y él le contestó que si no me había visto, no había ningún problema. ¿Quién me lo contó? Julio. ¿Dónde estaba yo en ese momento? No me acuerdo :P.
No voy a entrar en muchos más detalles porque seguramente estoy aburriendo al personal. Pero antes de terminar, voy a decirles que en la final me puso un 9. Realmente me lo merecía, pero ni idea de dónde se lo sacó. Y, bueno, teniendo en cuenta todo lo que tuve que hacer para sacar sietes… qué suerte. Me subió la media.
Próximo epilogo: actividades extraescolares. No se lo pierdan: promete.

miércoles, 3 de marzo de 2010

1º BAC (ÚLTIMA PARTE)


Abril 2006. Lindo mes.
Una o dos semanas después de mi agradable experiencia con Débora, con el matón, y con el abandono por parte de todos, teníamos un examen. De gallego, para ser precisos. La primera vez en mi vida que no había estudiado un carajo. Como que no estaba para ponerme a estudiar hasta las tantas, como había hecho hasta ese momento.
Me preparé para hacer el famoso “cambiazo”. Sí, nada más y nada menos que copiar toda la materia en unas hojas (a4 recicladas, como las que daba ella para las pruebas) de manera inteligente. Ya lo había hecho una vez, aunque sólo para demostrar que era capaz, aunque aquella vez sí que había estudiado, y simplemente lo hice por hacerlo.
Pero esta vez era diferente. Dependía totalmente de mi estrategia con la materia y las hojas.
Día D. Anxos (ángeles en gallego), el nombre de la profesora. Bastante bruta, por cierto. Se la pasaba diciendo “bueno…” en forma de muletilla, cuando en gallego NO existe la palabra “bueno”. Volviendo al examen, resulta que entrega hojas normales, NO RECICLADAS. No me importó; tenía que ir al todo o nada. Tuve suerte con lo poco que sabía y lo escribí, dejando los espacios adecuados y todo eso. Cuando se distrajo, pude poner la hoja que necesitaba. Todo perfecto. Pero no contaba con la amiguita de Débora, que estaba sentada al lado mío y había visto todo lo que yo había hecho.
Dio la casualidad que mi queridísima Anxos nos vio echándonos miradas de chispas. Y nos preguntó el típico “¿Qué andades a facer?”. Y entonces se dio cuenta de que yo tenía hojas de diferente color. Maldito reciclaje del papel.
Le mentí descaradamente diciéndole que esas hojas ya las tenía sobre la mesa cuando ella repartió las del examen, que todo lo había escrito yo, etc. Por supuesto que no me creyó, pero como yo nunca le había dado ningún tipo de problema, entonces me dio el beneficio de la duda, me retiró esas hojas y me dijo que escribiera todo otra vez. Como no tenía ni puta idea (y solo me acordaba de algunas cosas de lo que había escrito) me echó de clase, y me fui directa para casa. No me importaba nada, algo muy raro en mí. Sabía que esto me iba a traer graves consecuencias, pero había pasado de ser una estudiante ejemplar a ser una “rebelde sin causa”, o, mejor, como diría Simple Plan en mi canción preferida, “I’m a lost cause, not a hero” (“Me against the world”).
Me acuerdo que me alcanzó un vago para irnos caminando juntos. Dicho vago había ido conmigo en 3º ESO, en el primer trimestre, en el colegio de las monjas corruptas. Ya sé que todavía no conté ese período de mi vida, pero como estoy contando todo de forma desordenada, no importa. Volviendo a este chico, en aquel colegio él nunca me había hecho nada, y, debido a esto, se rumoreaba que yo le gustaba. No me importaba, porque a mí no me interesaba. Y el destino quiso que nos volviéramos a encontrar en el bachiller. De ese agradable colegio también me volví a encontrar a una de las más reverendas hijas de puta que existen sobre este mundo, que no tardó en hacerse amiga de Débora después de mi destierro.
Volviendo al chico una vez más, me alcanzó corriendo y fuimos hablando, aunque yo ni en pedo me sacaba los auriculares. De todas formas, como no me los ponía a full, yo escuchaba perfectamente mi entorno. Me preguntó qué era lo que me había pasado, que yo no era así… Le inventé una de las mentiras más mentirosas que he dicho, que no son muchas se los aseguro, pero con esta gente más vale pagarles con la misma moneda. Lo que le dije fue que la noche anterior me había ido con mi novio hasta las tantas, y que no me había dado tiempo a estudiar. Sí, ya sé, qué horrible mentira. Pero mejor eso a contarle todo lo que realmente me pasaba, ¿no?
Me respondió que no se creía que sólo estudiara el día anterior, con las notas que sacaba. Pero sí, esa parte era verdad. Yo muy pocas veces estudiaba más de uno o dos días, anteriores al examen. Pero bueno, lo importante es que, antes de despedirse, me pidió que “no me echara a perder”. Lo cual me dio mucho que pensar.
Al día siguiente en el insti, no se hablaba de otra cosa. “La gran Paulina fue cachada copiando”. Resulta que el día anterior, Débora no había asistido a clases. Y no paraba de repetir delante de mí, “Ay, de lo que me perdí!!” o “Siempre me pierdo de lo mejor”. Bueno, cosas así, que me entristecían. A lo largo de los días, ella separó su mesa de la mía, porque todavía seguíamos sentadas juntas. Supongo que eso la hizo sentirse importante, pero fue un gesto extremadamente patético.
Bueno, ahora lo que quiero aclarar, es que a partir de entonces, estudié lo menos posible, intentando sacar las máximas notas. Me fue bastante eficaz. Lo malo era que en los exámenes ahora me apartaban del resto del grupo, porque creían que me iba a copiar. Sobre todo “la Puta”. Sí, había corrido la voz. Pero no me importaba, porque no era tan estúpida como para ponerme a copiar siempre. Qué ilusos.
Aquí se termina la historia de 1º BAC. Pero no se preocupen, va a haber un epílogo (o dos) de lo más interesante.

Diario.- STOP. ALTO CONTENIDO PARA MAYORES DE 17



02-03-10
Hoy tengo ganas de putear. No aguanto más esta puta mierda de vida que tengo. Necesito desahogarme escribiendo frases sin sentido. Les recomiendo que se salten esta entrada y sigan leyendo la siguiente, porque esta va a ser una puta mierda, just like my fucking life.
¿Desde cuándo estoy en esta situación? Debe de hacer un par de putos años. Ah, sí, cuando el hijo puta de mi ex me usó como un maldito papel higiénico. La reconcha de su hermana. No me importa que sea hijo único. Me dejó totalmente abandonada. Pero eso me dio por el culo, porque ya me habían traicionado de una forma mucho peor. Mierda, escribí demasiado pocas malas palabras en lo que va de nota.
Me cago en el día en el que me vine a esta puta ciudad. Me cago en el día en el que me fijé en un reverendo pelotudo. Me cago en el día en el que me escapé de casa. Me cago en todo lo que se mueve. Me cago en este puto párrafo sin sentido.
Me revienta estar sin inspiración. Odio las peleas en puta casa. Estoy hasta el culo de esta situación. Hice referencia a lo de mi ex pero eso no es nada. No tiene nada que ver con mi estado de ánimo en este momento. Se los juro. No sé ni a qué vino que empezara puteándolo a Él. Y tampoco sé por qué lo pongo en mayúsculas.
Hace casi un año y medio que no tengo una putísima cita, cita. Me cago en las citas. En realidad no las necesito. Estoy por encima de eso.
¿Qué sentido tiene escribir esta poronga? No lo sé. Es que acabo de discutir, me estresé tanto que estoy al borde de vomitar. Al menos esa es la sensación, aunque sé que al final no lo voy a hacer. Y en el fondo me gustaría, así me saco toda la mierda que tengo en esta cagadita de cuerpo que tengo. Cuerpo y mente, cabe aclarar.
Después de estas estúpidas declaraciones senseless, me voy a la mierda. Ya les dije que no lo leyeran, pero no me hacen ni puto caso. Nadie me hace ni puto caso. Y qué. De todas formas me alegro de que alguien haya leído estas putas palabras.
También sé que no estuve demasiado inspirada con mi hermoso lenguaje vulgar. No me importa. Porque la gente que me conoce sabe que en realidad, tengo muchísimo léxico callejero, digno de los suburbios de Londres. Y a los imbéciles retrasados mentales o disminuidos psíquicos que lean esto, pírense de este blog inmediatamente, que nadie los invitó. Ah, y de paso, mándenle un saludito al que-no-debe-ser-nombrado de mi parte, cuando lleguen al infierno.
No voy a pedir perdón por esta entrada tan poco entretenida. Al que no le guste, que ponga alt + F4, alt + tab, cerrar pestaña, alt + barra espaciadora y después la C, que agarre el mouse y clickee en la X, o que simplemente se vaya a la puta madre que lo reparió. Chau, me voy a ver capítulos de anime para pensar en inocente otra vez.

martes, 2 de marzo de 2010

1º BAC (CASI-ÚLTIMA PARTE)



Ahora voy a contarles mi segunda desgracia. Mmmm, cuánto pesimismo. Me gusta.
Esta segunda desgracia se trata de mi querido amigo Julio. Ya les conté que cuando todos me traicionaron, él hizo oídos sordos de todas las habladurías. Realmente era una persona inteligente.
A lo largo del curso, nos fuimos uniendo más como amigos. Me acuerdo que nos pasábamos tardes enteras en el msn, matándonos de la risa. Pero no sólo virtualmente. En la clase de inglés nos tocó sentarnos juntos, y (aunque él no era de hablar demasiado), es como que entramos más en confianza. Y él me hablaba de cosas que no se atrevía a hablar con otra gente. No voy a entrar en muchos detalles.
Pero de lo que sí les voy a contar es de lo que me incumbe más a mí. Un día me confesó que le gustaba mucho alguien. Y no tuve que insistirle demasiado para que me confesara de quién se trataba.
Más que nada, me sorprendí de mi propia reacción. No pensé que me importara tanto. No tenía ni idea de que Julio me influía más de lo que suponía. Decidí ignorar el repentino “sentimiento” que había surgido en mí y me convertí en su “consejera amorosa”. Yo lo ayudaba con esta chica, recomendándole cosas y hablándole a ella de él.
No sé si estaba enamorada de él. Creo que no, pero en ese momento no sé qué me pasó. Tal vez sí que lo estaba, pero no podría asegurarlo. El caso es que a partir de ahí me di cuenta de que mi amistad con él era más fuerte que la que había tenido nunca antes con una persona del sexo opuesto.
Y como buena amiga que era, no dudé en contarle que Nicolás y su “amiguita” se la pasaban hablando mal de él a sus espaldas. Le recomendé que no le comentara nada acerca de lo que le había confesado, y por supuesto me dio a entender que no lo haría.
Pero no se aguantó, y al parecer les preguntó por qué se dedicaban a decir cosas a sus espaldas. ¿Cómo me enteré? Porque vinieron esas dos harpías a “amenazarme” (Nicolás no se atrevería, pero la otra sí. Ni siquiera voy a poner su nombre acá porque ni vale la pena…) de que no volviera a contar mentiras para llamar la atención, como “hacía siempre”. Julio estaba presente en ese momento, mirando de reojo.
Después de ese acontecimiento, no nos hablamos más. Simplemente eso. Nos ignorábamos completamente. Creo que él dio por supuesto que no quería hablar más con él, porque yo me daba cuenta de que a veces me miraba de reojo. Pero era increíble la frialdad que mostrábamos. A mí me dolió muchísimo, pero en el fondo sentía que me había traicionado, y lo había hecho. Además, ya estaba con una herida muy reciente en cuanto a traiciones, así que me dolió menos que la anterior. Esos días, me sentí muy identificada con la canción “Thank you” de Simple Plan, y cada vez que la escucho, me acuerdo de esto… A veces me volvía caminando del instituto a casa, me encantaba evadirme de todo y todos. En estas ocasiones aprovechaba para poner el iPod (como hacía casi constantemente, menos en clase) y cantar por la calle, sin importarme las miradas de los pocos borricos que a esas horas pasaban por la calle. También me gustaba robar unas flores de una casa que había cerca del instituto, que tenían un aroma riquísimo, y con esas tonterías me internaba en mis pensamientos.
Bueno, cabe aclarar que así, totalmente sola y abandonada en plena adolescencia, terminó mi primer año en el bachiller. Me apoyé muchísimo en la música, como podrán saber, y en mis amigas del “autobús”, que me ayudaron muchísimo. Aunque el asunto de Débora había llegado a sus oídos, me apoyaron. Una de ellas más que la otra, pero tampoco voy a entrar en demasiados detalles ahora. Lo que importa, es que la soledad me embargó y la oscuridad llenó mi corazón.
La próxima entrada tratará de mi reacción en estos últimos meses de 1º BAC.

lunes, 1 de marzo de 2010

1º BAC (ANTEÚLTIMA PARTE)


En el capítulo anterior, les conté la traición de mi mejor amiga. Pero no les conté a qué se debió su cambio de actitud. Agárrense fuerte que ahí va.
¿Se acuerdan de la chica a la que hace ya mucho tiempo me la confundí con un hombre? Espero que sí. Porque ella tuvo mucho que ver en todo esto. Resulta que no sé por qué, ella siempre me tuvo envidia. Bueeeeeno, sí sé por qué. Se los voy a explicar.
Cuando la conocí en 3º ESO, me dijeron que era la 2º mejor alumna después de Nicolás. Y ella, modestamente, me contó que en realidad no tenía ningún mérito, porque se copiaba en todos los exámenes. O sea, que era un fraude. En tooodos los exámenes hacía “chuletas” (machetes). Hasta en los de matemática, cosa que no sé para qué le servían, pero el caso es que siempre sacaba 9 y pico. También ayudaba que estaba sentada atrás de todo.
Se nota que ella reventaba porque yo sacaba igual o mejores notas que ella, solo que honestamente. Les juro que en la ESO nunca copié. No tendría ningún sentido ocultarlo ahora. Lo que sí hacía a veces era dejar que otros se copiaran de mí. Aunque muy rara vez (a pesar que mientras estábamos en medio de un examen me llovían peticiones, y ruegos. Muchas veces me hacía la sorda, total, sólo se acordaban de mí cuando les convenía).
Bueno, volviendo al tema (perdón por irme tanto por las ramas), yo creo que ella me odió porque en el Bachiller era mucho más difícil copiarse (obviamente, debido, entre otras cosas, a la cantidad de materia y dificultad), y sus notas bajaron considerablemente, mientras que las mías se mantuvieron casi intactas, sin copiar (ya les explicaré cuándo empecé a sacar a la luz mi lado oscuro).
Un buen día, decidió hacerse amiga de mi mejor amiga, que era súper popular. Débora me pidió permiso para contarle mis cosas, de manera que podríamos compartirlo entre las tres. Yo sabía cómo era esta chica (yo la conocía mejor de lo que la conocía Débora), pero como soy una persona que siempre cree en la gente y da oportunidades hasta a los más miserables (algunos ven esto como una virtud, pero créanme que es un gran defecto, sobre todo en esta tierra tan traicionera), decidí confiar en ella. Y me equivoqué.
Después de que Débora se enojara conmigo, me enteré que nuestra “amiga” estaba enterada de todo este asunto. De su propia boca lo supe. Y no sólo estaba enterada. Además de eso, fue ELLA la que le dijo que era mentira, que desde que me conocía que había intentado llamar la atención, etc. -.-
¿Tengo que decir lo que sentí en ese momento? Algo así como unas ganas tremendas de escupirle en la cara. Pero me lo guardé todo. Quedó todo bien sellado, como una bomba de relojería.
Además de cagarme la vida socialmente, también aprovechó para llenarle la cabeza a “la puta”. Por su culpa me puso un repugnante 6 en la nota final, lo cual me cerró las puertas para siempre para una beca en el extranjero. Hijas de puta. Hijas de mil puta. Perdón por la expresión, pero es así. Voy a explicarles cómo lo logró.
Yo había sacado un 9 en el examen. Pero claro, la prueba oral me tocó hacerla con mi querida compañera. Y como “la puta” confiaba en ella (porque le gustaba el franchute – y yo lo odio, yo soy de inglés - ), ésta le dijo que no me sabía los verbos, y que pronunciaba mal, y que me merecía un 6. Lo que pasa es que “la puta” tuvo la mala idea de que nosotras mismas nos corrigiéramos el examen (de esta forma ella tendría menos trabajo). Y la muy turra no desperdició la oportunidad. Aunque yo de esto no sabía nada.
El último día de clase, cuando me entregaron el boletín, pensé que había un error. UN TREMENDO ERROR. Y fui corriendo a mi profesor favorito, mi queridísimo profesor de dibujo técnico y a la vez el jefe de estudios (es como si fuera el director, pero se encarga directamente de este tipo de problemas), Agustín. Ay, cómo lo quería (y él a mí). Bueno, le fui a explicar que seguramente había un error, que no podía ser que tuviera un 6, porque había sacado un 9, etc. Él confiaba en mí, porque sabía que yo era muy aplicada en los estudios, entonces me prestó el teléfono de SU DESPACHO para llamarla y preguntarle acerca de esto. Él le explicó brevemente mi problema y me pasó con ella.
Lo que escuché del otro lado del auricular me dejó helada. Me explicó todo lo que ya dije antes, y me dijo (falsamente amable, como hizo todo el puto año) que la nota de mi otro examen no era lo único que contaba, y que a ella le importaba también la actitud en la clase. Ahhh claro. Mi actitud. Qué hija de puta. Seguramente tuvo en cuenta mi enorme interés por su materia. Que conste que yo no lo disimulaba. Y les juro que la única vez que casi me quedo dormida en una clase, fue en una de ella. De todas formas, yo sé que lo que más le importó para ponerme la nota fue que no puse dinero para comprarle un regalo de despedida, como hicieron todas las alumnas de nuestra clase (y Nicolás, claro, chupamedias). Sí, claro, iba a poner de mi escaso dinero para comprarle una estupidez como diciéndole, “te voy a extrañar el año que viene”… SI CUANDO ME ENTERÉ QUE SE PIRABA, CASI MONTO UNA FIESTA!!!!!!
Antes de pedirme que le vuelva a pasarle con el “señor Jefe de Estudios” (qué falsa, encima hablaba mal de mi Agustín, menos cuando estaba él delante, claro), me recomendó que me buscara un novio francés, para aprender el idioma. Cuando terminó de pronunciar esa frase, tuve que serenarme. Sólo por Agustín, al que le tenía mucho respeto. Le deseé un feliz verano y me contuve de destrozar el auricular contra el suelo. Después, ella habló con él, diciéndole que no me merecía más nota, y otras cosas que mejor no las pongo acá. Lo sé porque él me lo dijo inmediatamente después de colgar. Y yo le comenté que me alegraba mucho de que se fuera “esa señora”, y él, como siempre, me entendió perfectamente.
Ahh… Agustín. El mejor profesor que tuve nunca. Le podías pedir cualquier cosa, que él te lo daba (bueno, al menos a mí). Y eso que yo era nula en dibujo técnico, pero él me ayudó muchísimo.
Me fui completamente por las ramas, as always. Lo siento mucho. Y encima voy a cerrar el capítulo acá. Ni siquiera me acuerdo a qué venía todo esto, no sé cómo terminamos hablando de mi querido Agustín.
CONTINUARÁ