miércoles, 14 de julio de 2010
Diario: 2º entrada del día - Tocando fondo
Ojalá algún día pueda contar todo. Me dan ganas de contárselo al mundo entero; que el mismo mundo tome las represalias pertinentes, pero no tengo los huevos necesarios. Simplemente no puedo.
Cuando lo intenté a los 17 años, fueron las hormonas las que me llevaron hasta ahí. No, ahora que me doy cuenta, no fue eso. Sino que fueron todos los días de mi puta vida que me empezaron a pesar.
Y ahora miro hacia atrás y digo, qué bonito, 17 años. Hasta lo extraño; extraño ese infierno, esa Libertad que tenía dentro del abismo. Porque ahora, a tan solo dos meses de cumplir los 21, siento que cada maldito día que pasa, se me escurre la vida, se me escapa de las manos.
En este momento, acabo de salir de llorar del baño, un sitio bastante tranquilo, pero nunca del todo seguro. Estoy completamente harta. Me encantaría que alguien pudiera escucharme. Pero no tengo a nadie.
Me encantaría que la tonta de Débora no se hubiera dejado llevar por las habladurías cuando le empecé a confesar todo, muy de apoco para no asustarla. Al final la asusté. Y quién no lo haría, estoy pensando ahora, con lágrimas en los ojos.
Hace un año exactamente, tuve intenciones de quitarme la vida. Sí, fue en julio del año pasado. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Nada. No, me equivoco. Está todo peor, porque se me fue otro año de mi vida al pedo, sin haber podido hacer nada al respecto.
Después de escribir esto, ¿qué voy a seguir haciendo? Lo que hago todos los días: fingir que nada pasa. Que llevo una vida normal. Que vivo bien, que estoy satisfecha, que estoy alegre. Que salgo a la calle y no me siento sola. Que no me siento intimidada, maltratada, encerrada, ni nada.
Simplemente, que soy una chica que prefiere seguir viviendo su mundo imaginario que su realidad. Así de sencillo. Y ya no puedo seguir escribiendo, porque voy a mojar el teclado.
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